miércoles, 8 de septiembre de 2010

UNA VISITA DIDÁCTICA AL MUSEO DEL PRADO

Del 6 al 10 de septiembre el Teatro Nazas de la ciudad de Torreón, Coahuila, fue sede de una serie de visitas didácticas virtuales impartidas por el Museo del Prado. La organización del evento corrió a cargo de la Fundación de Amigos del Museo del Prado, del Patronato del Teatro Nazas y de la Secretaría de Educación Pública del Estado de Coahuila. La asistencia estimada era de 2,700 adultos y 9,000 alumnos de escuelas públicas y privadas, entre las edades de 14 y 18 años.

En la mañana del miércoles asistí a una de estas visitas. Como era de esperarse, la platea del teatro estaba ocupada mayoritariamente por profesores y estudiantes. En punto de las 11 de la mañana subieron al escenario dos representantes del Museo del Prado: Carmen Escardá y Tomás Ladrero. Con el apoyo de una proyección a sus espaldas, iniciaron su charla con los antecedentes de la creación del Museo del Prado y sus funciones en el campo de la conservación, investigación y comunicación con el público. Como quien dice, dieron la obligada introducción.

Posteriormente presentaron las imágenes del Museo del Prado en Google Earth e hicieron una demostración con la pintura “Las tres Gracias” de Rubens. Los estudiantes ahí reunidos no pudieron contener la risa ante la vista de estas tres voluptuosas mujeres desnudas y abrazadas. Tremendo encontronazo con la mitología y sus requiebros, cómo no.

Haciendo caso omiso de las risas y los chiflidos, los comunicadores del Museo del Prado abandonaron el Google Earth y continuaron con su explicación describiendo una de las pinturas más complejas de la colección: el “Jardín de las Delicias” del Bosco. En un deslucido intento por simpatizar con el público mexicano, compararon la obra con el “Autorretrato con collar de espinas y colibrí” de Frida Kahlo. Sabemos que a la pintora mexicana le interesaba muchísimo el arte del norte de Europa, especialmente el Bosco, pero de eso a hacer un paralelo, hay un abismo.

Después se sucedieron descripciones a pinturas como el retrato ecuestre de Carlos V de Tiziano; “Las meninas”, “La Fragua de Vulcano” y “La rendición de Breda” de Velásquez. De Goya vimos “La maja” y “La maja desnuda” lo que volvió a despertar las risas del público adolescente. También comentaron “El caballero con la mano en el pecho” del Greco, “La Inmaculada Concepción” de Murillo y un célebre bodegón de Zurbarán. En el “Descendimiento” de Wan der Weyden los guías tuvieron el buen tino de comentar algunos de los estudios de laboratorio que se han realizado en esta obra para conocer sus materiales constitutivos.

Como pueden ver, el programa era amplio y ambicioso, tal vez demasiado, sobre todo considerando que la visita estaba programada para poco más de una hora. La información resultó excesiva y por ende, pecaba de superficial. También me pareció que no estaba especialmente dirigida al público adolescente. Los datos nos caían de todas direcciones: iconografía, composición, mitología, y un largo etcétera, lo que en mi opinión tiende a provocar la escasa retentiva de datos concretos y dificulta la comprensión de los detalles finos.

Otro aspecto que no fue muy didáctico que digamos es que los representantes del Museo del Prado sobrellevaban una rutina mal ensayada. Sus frases estaban carentes de cualquier énfasis o emoción, como de quien repite algo mil veces y está harto de ello. Su voz era monótona y adormilada, lo que hizo bostezar a más de uno. A las preguntas e interrupciones de la audiencia se mostraban impacientes y poco exitosos en la improvisación.

En cuanto a lo técnico, me pareció francamente decepcionante que un museo de la talla del Prado ofrezca una “visita didáctica” en Power Point, con tan poca imaginación y nula interactividad, proyectando solamente transparencias en una pantalla y confiando únicamente en la habilidad de dos comunicadores que claramente no eran expertos en ninguno de los temas.

Aún así, el balance de la experiencia no es del todo negativo ya que la entrada era gratuita y la asistencia, nutrida. Luego, el esfuerzo de traer eventos como éste al interior de la República se agradece, sobre todo considerando la escasa oferta cultural que hay para los adolescentes en esta ciudad.

Ya al final hubo una sesión de preguntas y respuestas. Entre risas y ovaciones, los alumnos expresaron renuentes varias dudas que, nosotros los que trabajamos en museos ya hemos escuchamos anteriormente: que cuántas obras hay en el museo, cuál es la obra más antigua, que si alguna vez los han robado. El premio a la originalidad se lo llevó una estudiante como de 14 años que preguntó: “¿Y por qué hay tanto mono encuerado en el Museo del Prado?”. Nótese: “monos” y “encuerado”. Los peninsulares por supuesto que no entendían nada. Los  estudiantes morían de risa en tanto que algún comedido y apenado profesor les explicaba a los españoles a qué se refería la niña. Después los del Prado contestaron, pero era tal el desconcierto y el escándalo, que no escuché nada, así que lamento no poder darles la respuesta oficial. No importa, seguramente no valió tanto la pena como la pregunta en sí.

IMAGEN: Rubens, Las tres gracias, 1635. Óleo sobre tabla. Museo del Prado.

1 comentario:

Martxele dijo...

Me río sola de acordarme de esta entrada imaginado a los pubertos laguneros y la cara de los hispanos.
Saludos