Es un espacio sobre arte, museos, patrimonio y gestión cultural. El blog toma su nombre del libro "El Museo Imaginario" (1947) de André Malraux y comparte con éste la noción de que los nuevos medios ofrecen áreas de interpretación antes insospechadas en la experiencia cultural.
viernes, 3 de diciembre de 2010
ARTE PARA LLEVAR
lunes, 18 de octubre de 2010
MÉXICO Y LA CORRECCIÓN POLÍTICA DE UNA MARCA PAÍS
lunes, 20 de septiembre de 2010
MEMORIA DEL TEMBLOR
miércoles, 8 de septiembre de 2010
UNA VISITA DIDÁCTICA AL MUSEO DEL PRADO
miércoles, 25 de agosto de 2010
PREGÚNTELE AL CURADOR
viernes, 13 de agosto de 2010
10 CRONOPIOS DE BUENOS AIRES (2 DE 2 PARTES)
7. El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires
8. Artentino: diseños 100% originales
9. El mercado de San Telmo
jueves, 29 de julio de 2010
10 CRONOPIOS DE BUENOS AIRES (1 DE 2 PARTES)
viernes, 16 de julio de 2010
UN RETRATO BICENTENARIO
Es interesante hacer notar que aún cuando el retrato de Francisco Peláez roza ya el cambio de siglo –si el nombramiento fue en 1802, lo más probable es que esta obra haya sido pintada en ese mismo año o un poco después- los cánones del retrato novohispano que operaron durante todo el siglo XVIII se mantienen casi inalterados. A excepción tal vez de dos detalles: primero, la mayor expresividad en el rostro del presbítero, contrastante con la rigidez de su entorno; y segundo, la representación de medio cuerpo, cuando en la costumbre barroca se preferían retratos de cuerpo entero.
IMAGEN
sábado, 3 de julio de 2010
LA ESTATUA ASESINADA: ANTONIETA RIVAS MERCADO Y LOS CONTEMPORÁNEOS
En afortunadas ocasiones es posible para el curador conseguir la obra exacta, la pieza única, aquélla que creemos contiene y revela en sí misma el concepto de toda una exposición y sin la cual, ésta se quedaría trunca, incomprensible.
En cuanto a la muestra temporal “De puño y letra. Antonieta Rivas Mercado y su tiempo”, inaugurada el pasado 2 de julio en el Museo Arocena, la obra que muestra el concepto integral de la exposición se titula La pistola, un óleo sobre tela autoría de Agustín Lazo, y con el cual contamos gracias a la generosidad de la colección Andrés Blaisten.
En la década de los años veinte, el joven pintor Agustín Lazo formó parte junto con Salvador Novo, Julio Castellanos, Jorge Cuesta, Bernardo Ortiz de Montellano, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Gilberto Owen y Xavier Villaurrutia de “Los Contemporáneos”, un “grupo sin grupo”, un conjunto de “personas ociosas” cuyas obras “no le gustaban a nadie”, “que todo lo encontraban mal” y “cuyas producciones eran una cosa rarísima”, esto en palabras del mismísimo Salvador Novo.
Por su parte, el poeta Jorge Cuesta comentó sobre estos inusuales personajes que “es maravilloso cómo Pellicer decepciona a nuestro paisaje, cómo Ortiz de Montellano decepciona nuestro folclor, cómo Salvador Novo decepciona a nuestras costumbres y cómo Xavier Villaurrutia decepciona a nuestra literatura”.
Esta aura de rebeldía intelectual e incluso de trasgresión social, atrajo a Antonieta Rivas Mercado (1900–1931), una mujer recién llegada de Europa, millonaria, sumamente inteligente, sensible y algo excéntrica, quien de la mano de su mejor amigo y confidente, el también pintor Manuel Rodríguez Lozano, llegó a ser mecenas y partícipe de este singular grupo entre 1927 y 1928, aproximadamente.
Juntos, fueron pioneros y líderes incomprendidos de la vanguardia artística y la crítica literaria en México; adalides de un cosmopolitismo enfrentado al proyecto nacionalista impuesto por los grupos en el poder tras el triunfo de la Revolución Mexicana ahora institucionalizada.
Antonieta y Los Contemporáneos realizaron teatro de vanguardia (el Teatro Ulises), editaron varios libros, revistas y tradujeron obras francesas. Agustín Lazo también participó activamente pintando las escenografías, en tanto que Antonieta, además de ser empresaria teatral, actuó en las puestas en escena.
Ya entre 1928 y 1929, la incansable pero diletante Antonieta también se involucró en otras importantes empresas culturales y políticas del país, nada más y nada menos que en la creación de la Orquesta Sinfónica Nacional y la campaña presidencial de José Vasconcelos, con quien se involucró sentimentalmente.
Poco después, a principios de 1931, Antonieta acabaría dramáticamente con su vida frente al altar mayor de la catedral de Notre Dame en París. Se había disparado en el pecho con la pistola que perteneciera a José Vasconcelos.
Xavier Villaurrutia nos explica un poco de las contradicciones que imperaban en el alma de esta mujer: “A Antonieta quisiera verla dejar de ser ella (o lo que ella cree ser) en alguna ocasión. Pero no podrá. Me arrepiento de escribir esto, pero no porque lo piense injusto sino porque a Antonieta prefiero quererla que juzgarla”.
De alguna manera, tanto Villaurrutia como Antonieta eran espíritus afines, sensibles a su entorno, que buscaron en el exilio escapar del tedio de vivir, llevando ese afán hasta sus últimas consecuencias.
Unos años antes al suicido de Antonieta (1928) Villaurrutia había dedicado a su compañero sentimental Agustín Lazo un bellísimo poema de corte surrealista titulado “Nocturno de la estatua”, cuyas líneas están pletóricas de referencias oníricas, noctámbulas y mortuorias:
Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera
y el grito de la estatua desdoblando la esquina.
Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,
querer tocar el grito y sólo hallar el eco,
querer asir el eco y encontrar sólo el muro
y correr hacia el muro y tocar un espejo.
Hallar en el espejo la estatua asesinada,
sacarla de la sangre de su sombra,
vestirla en un cerrar de ojos,
acariciarla como a una hermana imprevista
y jugar con las flechas de sus dedos
y contar a su oreja cien veces cien cien veces
hasta oírla decir: «estoy muerta de sueño»
En 1943, Agustín Lazo pintaba la elusiva y enigmática pintura La pistola. En ésta vemos algo que podría ser la “estatua asesinada” junto a la cual reposa indolente una pistola Derringer con cacha de concha nácar. El conjunto no deja de ser extraño, sobre todo porque la composición en un principio aparece como absolutamente convencional, pero los objetos en ella no guardan ninguna relación lógica con la realidad. En resumen, es una obra que plantea más preguntas que respuestas y que tiene lugar en un plano metafísico, donde el sueño y la muerte pudieran ser las “hermanas imprevistas” a las que hace alusión el poeta.
Al observar esta obra de Agustín Lazo, no pude dejar de pensar en el nocturno de Xavier Villaurrutia, y a su vez, en el suicidio de su amiga, Antonieta Rivas Mercado. Éstas fueron tres existencias identificadas con un mundo formado de ecos y espejos, tres grandes talentos que en un fugaz momento, increíble y extraordinario de 1927, compartieron lo que Andrés Henestrosa –otro amigo de Antonieta- llamaría: “un parpadeo del tiempo”.
La exposición “De puño y letra. Antonieta Rivas Mercado y su tiempo” se presenta en el Museo Arocena hasta el 3 de octubre.
IMAGEN:
Agustín Lazo (1896-1971)
La pistola, 1943
Óleo sobre tela
73 x 57.5 cm
Colección Andrés Blaisten / Centro Cultural Universitario Tlatelolco
jueves, 3 de junio de 2010
MUSEOS DE CONCIENCIA: ESPACIOS PARA LA MEMORIA
En el pasado encuentro de la American Association of Museums (AAM)[1], acontecido la semana pasada en Los Ángeles, noté que un par de temas aparecían constantemente en las mesas de discusión. El primero era sobre el desarrollo de verdaderos museos participativos, y el segundo, acerca de la consolidación de los “museos de memoria”, que en una traducción bastante libre del inglés podríamos denominar también como “museos de conciencia”.
¿Qué es un “museo de conciencia”?
Un museo de conciencia tiene como misión investigar, conservar y exhibir fuentes materiales relacionadas a hechos de la historia reciente que todavía vulneren el inconsciente colectivo de la comunidad. Para hacer más clara esta definición, pensemos en que los primeros museos de esta naturaleza fueron aquéllos dedicados a recordar la historia del holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial, y de los cuales podemos encontrar varios ejemplos en los Estados Unidos, en Europa e incluso en Sudamérica. Estas instituciones marcaron tendencia en el ámbito de los museos o memoriales desde finales de los años setenta.
Como parte de esta misión, los museos de conciencia normalmente hacen uso de técnicas de investigación de campo y estrategias de exhibición y comunicación que involucran a la comunidad. Estas herramientas son válidas en todas las etapas de construcción del discurso museístico, es decir, que son empleadas desde el proceso de documentación, en el acopio de colecciones, para la selección de temáticas específicas, en los recursos de montaje, la realización de talleres y en general en todo lo relacionado a la experiencia del visitante.
Un museo de conciencia o de memoria es entonces un espacio de diálogo destinado a facilitar la comprensión de los hechos del pasado reciente, fomentar la concientización sobre los mismos y apoyar en el proceso de duelo de la sociedad. Se considera que estos eventos, para ser entendidos en su verdadera dimensión histórica, en su impacto y consecuencias, deben ser necesariamente interpretados a través de la reflexión colectiva.
Museos de conciencia en los Estados Unidos
En los Estados Unidos, podemos encontrar museos de conciencia alusivos a temáticas tan diversos como el holocausto judío, el asesinato de John F. Kennedy (1963), el movimiento por los derechos civiles (1960’s), el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York (2001) y el ataque terrorista al edificio Oklahoma (1995), por sólo mencionar algunos. Todos ellos comparten la característica de estar ubicados en el lugar donde ocurrieron los acontecimientos lo que les da una carga emotiva e histórica añadida.
En cuanto al Museo Nacional y Memorial de la Ciudad de Oklahoma (Oklahoma City National Memorial & Museum), posiblemente sea su misión, expresada en el siguiente párrafo, lo que nos ayude a entender el rol que cumplen este tipo de espacios en “sanar” el inconsciente colectivo de la sociedad norteamericana contemporánea: “Venimos para recordar a aquéllos que fueron muertos, a los que sobrevivieron y a aquéllos que fueron cambiados para siempre. Que todos los que se alejen de aquí sepan el impacto de la violencia. Que este memorial conforte y ofrezca fortaleza, paz, esperanza y serenidad.”[2]
Otro caso es el del Museo Nacional y Memorial del 11 de Septiembre (National September 11 Memorial and Museum) el cual está siendo edificando en el terreno que antes ocupara el World Trade Center.[3] Actualmente está abierta la convocatoria pública para la recopilación de documentos, videos, fotografías, objetos y expresiones artísticas relacionadas al 9/11.
Hablando de colecciones, el Museo del Sexto Piso (Sixth Floor Museum) de Dallas, Texas, cuenta con más de 35,000 objetos y documentos relacionados al asesinato de John F. Kennedy, a su época y legado.[4] La ubicación del museo, en el piso desde el cual el francotirador disparó, fue controversial. Antes de su inauguración en 1989, el edificio estuvo a punto de ser demolido ya que para muchos texanos éste era un símbolo de la infamia que había caído sobre la ciudad después de la muerte del presidente norteamericano.
Otro museo cuya sede puede ser considerada como controversial es la del Museo Nacional de los Derechos Civiles (National Civil Rights Museum), ubicado en el Motel Lorraine de Memphis, Tennessee, lugar donde Martin Luther King fuera asesinado en 1968.[5] Sin embargo, para muchos miembros de la comunidad afroamericana, ésta era la única manera posible de honrar al activista tras su fallecimiento.
México: controversia y memoria selectiva
Pareciera ser una constante que los museos de conciencia surjan y existan en medio de la controversia. Esto puede ser comprensible, y en ocasiones inevitable, considerando que muchos de ellos tratan sobre temas que tocan fibras todavía sensibles de la sociedad, aspectos especialmente vulnerables y debatidos de la historia. Otra constante es que el público actual busca de museos diferentes, participativos, que sean incluyentes, democráticos y plurales; lugares donde todas las voces sean tomadas en cuenta y donde todas las voces hagan eco en la historia.
En esta era de la información, los ciudadanos cuentan con más y mejores medios para demandar y exigir respuestas sensibles e inteligentes por parte de las instituciones culturales y me parece que éstas tienen la obligación de responder a sus inquietudes sobre la conservación y difusión de la memoria colectiva de un pueblo. De ahí que museos de conciencia nos planteen a los trabajadores de la cultura cuestiones prácticas, como el decidir a partir de cuándo un hecho reciente se vuelve histórico, y cuándo ese hecho histórico puede ser o no, museable y cómo debería serlo.
Pero este asunto de los museos de conciencia en los Estados Unidos no estaría completo si no reflexionáramos también sobre qué estamos haciendo nosotros con los museos de México. En este sentido, puedo mencionar la existencia del Memorial del 68, recientemente abierto en el Centro Cultural Universitario en Tlatelolco, lo que significa un esfuerzo importantísimo en la creación de memoriales sobre nuestra historia reciente. Sin embargo, es una excepción en la práctica museística de nuestro país.
La historia de México, convulsa y violenta en muchos de sus episodios, nos ofrece acontecimientos que bien podrían ser considerados como material de museos de conciencia o memoriales. Por ejemplo, ¿será que algún día nos decidimos a hacer un memorial sobre la muerte de Lucio Cabañas donde se hable de los movimientos armados en los años setenta y la guerra sucia? ¿O un museo alrededor de la muerte de Luis Donaldo Colosio y que tenga su sede en Lomas Taurinas? ¿Qué tal alguno en los Altos de Chiapas sobre el Subcomandante Marcos y Ejército Zapatista de Liberación Nacional, donde pudiéramos discutir sobre la matanza de Acteal?
La sociedad está cambiando y demanda espacios para el recuerdo, para la memoria. Me parece que los museos, como instituciones modernas, deberían de proveer los medios para alcanzarlo.
Concluyo comentándoles algo que me conmovió esta misma mañana mientras preparaba esta entrada al blog. Abraham Fraijo, el padre de Emilia -uno de los niños trágicamente fallecidos el 5 de junio del 2009 en la guardería ABC de Hermosillo- estaba dando una entrevista en vivo por televisión nacional. A la pregunta del entrevistador sobre qué le había parecido el ofrecimiento del Presidente Felipe Calderón de crear un mausoleo para recordar a los niños, el padre de familia expresó: “El presidente no sabe lo que queremos. No queremos un mausoleo en el lugar donde estaba la guardería. Queremos un museo, queremos un memorial.”
IMAGEN: Mural creado por una escuela primaria de Carolina del Sur en honor de las familias de las víctimas de los ataques de 11/9/01. Regalo de Lawrence Knafo para el Museo Nacional y Memorial del 11 de Septiembre.
[1] Esta es la primera entrada acerca de mi experiencia en la reunión anual de la American Association of Museums llevada a cabo del 23 al 26 de mayo, 2010 en la ciudad de Los Ángeles, California. http://www.aam-us.org/
[2] We come here to remember those who were killed, those who survived and those changed forever. May all who leave here know the impact of violence. May this memorial offer comfort, strength, peace, hope and serenity http://www.oklahomacitynationalmemorial.org/