lunes, 25 de mayo de 2009

HACIENDA DE LA LOMA: ENTRE PANCHO VILLA Y UNAS PAREDES MUDAS (1 DE 2 PARTES)

Este pasado mes de abril Leonor Gómez Barreiro, periodista de Noticieros GREM de La Laguna[1], fue muy amable en hacerme una entrevista como parte de su trabajo de investigación acerca de la histórica Hacienda de La Loma, ubicada en el ejido de León Guzmán, municipio de Lerdo, Durango. El agudo punto de vista que expresó en su serie de reportajes radiofónicos sobre el tema, atrajo nuevamente mi atención sobre este sitio, el cual tuve la suerte de visitar por primera vez el año pasado. Entonces y ahora, comparto con Leonor su preocupación por el evidente abandono del inmueble, su inaccesibilidad, falta de infraestructura y débil guión museológico. Ojalá que su labor periodística y este relato dividido en dos partes, ayuden a crear conciencia sobre la insuficiencia de las acciones destinadas a la conservación e interpretación de nuestro patrimonio.
Pero empecemos desde el principio. Desde el año de 1994 el casco de esta antigua hacienda algodonera es el Museo Comunitario “División del Norte”, el cual de acuerdo al Sistema de Información Cultural (SIC) del CONACULTA tiene como misión representar la fundación de la División del Norte, la revolución, el reparto agrario y la vida en la hacienda porfiriana.
De la hacienda en cuestión permanecen visitables parte de la casa grande y la capilla anexa, los impresionantes sótanos, y los derruidos patios centrales. Las demás construcciones que pudieron haber estado relacionadas al casco han desaparecido casi del todo. Las sencillísimas exhibiciones se componen primordialmente de reproducciones de fotografías y documentos dispuestos en precarias mamparas y vitrinas. Hay una sección dedicada a mostrar trabajos escolares, casi todos ellos en homenaje a la figura del Centauro del Norte. El recorrido se realiza a través de secciones ambientadas que tienen la intención de representar episodios relacionados a la revolución, la lucha armada, el sistema de la tienda de raya y la incursión de Pancho Villa a Columbus, entre otros. Estos decorados están conformados por pinturas a muro, materiales orgánicos y diversos objetos que, a mi juicio, confunden mucho e informan muy poco. Sin embargo, no dejan de tener cierto atractivo como el producto de una interpretación casi naïf de la historia. La visita puede realizarse de manera libre o bien, guiada por el custodio del lugar, el Sr. Alberto Antúnez, quien –como él mismo me comentó- es hijo del fundador del museo.
El museo comunitario recibe su nombre a partir de un hecho que es considerado fundamental en la revolución mexicana: el 29 de septiembre de 1913 se reunieron en el casco de la hacienda los jefes de las brigadas rebeldes de Chihuahua, Durango y de La Laguna. Ahí decidieron unir sus fuerzas en una milicia organizada bajo un solo mando a la que llamaron “División del Norte” y nombraron como comandante en jefe de la misma al general Francisco Villa.[2] Aunque este solitario evento puede ser un excelente recurso para atraer la atención del visitante y despertar su imaginación, creo que pretender armar un discurso museológico para la Hacienda de La Loma alrededor de este único evento limita en gran medida el conocimiento que podría tenerse acerca de un inmueble y una población que tienen un origen y desarrollo histórico mucho más complejos.
Solamente por comentar algo al respecto, en la segunda mitad del siglo XVI las primeras misiones jesuitas llegaron a esta región, fundando entre otros el asentamiento cercano de Santa María de Parras –cabecera administrativa y económica de la Nueva Vizcaya- y San Juan de Casta (1598), lo que actualmente es el ejido de León Guzmán y donde se encuentra La Loma. San Juan de Casta como fundación jesuita tuvo en sus inicios colonos españoles y tlaxcaltecas. Las tierras eran muy fértiles por su adyacencia al Río Nazas, así que no pasaría mucho tiempo para que en este sitio se estableciera la primera propiedad de producción agrícola: la Hacienda de la Santísima Trinidad de la Labor de España.[3] Durante todo el periodo virreinal, hasta el siglo XIX y bien entrado el XX, la vocación agrícola y más específicamente algodonera de estas tierras, las mantuvieron económicamente activas y en manos de distintos propietarios que aprovecharon muy bien su privilegiada ubicación. La hacienda permaneció productiva aproximadamente hasta el final de los años treinta, cuando fue sensiblemente afectada por las reformas agrarias promovidas por el gobierno de Lázaro Cárdenas.
Pero a final de cuentas, ¿cómo es que la Hacienda de La Loma, de raigambre virreinal, se convierte en un museo comunitario sobre la División del Norte? Esto tiene su explicación a partir de las acciones coordinadas por el Programa de Museos Comunitarios y Ecomuseos, entre 1993 y 1994, el cual fue un proyecto conjunto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Dirección General de Culturas Populares (DGCP). El muy loable objetivo de este programa era lograr que las poblaciones se apropiaran de su patrimonio cultural local mediante el desarrollo de iniciativas de investigación, conservación y exhibición. El museo comunitario se consideraba entonces como el punto de partida para reafirmar los lazos sociales y la identidad comunitaria. Era el detonador para generar otras iniciativas culturales y de desarrollo económico-social.
Los primeros antecedentes acerca de los museos comunitarios provienen de los años setenta, década en la que se desarrollaron nuevas teorías museológicas alrededor de la participación efectiva y el involucramiento de las poblaciones en el museo. En México, desde los años ochenta, existen los primeros museos comunitarios, prosperando principalmente aquellos en el Estado de Oaxaca y que en 1991 formaran la Unión de Museos Comunitarios de Oaxaca aún en funciones.[4] También existen museos comunitarios en Chihuahua, Querétaro, Hidalgo, Tlaxcala, Veracruz, Guerrero y Yucatán.
El CONACULTA reporta que hacia el año 2000 Durango contaba con 31 museos de los cuales 21 eran comunitarios, siendo entonces el estado de la República Mexicana con la mayor cantidad de éstos en su demarcación. Sin embargo, también se indica que ninguno de ellos permanece bajo custodia del INAH, de hecho, en todo Durango no hay un solo museo que dependa de esta institución directamente.[5] Entonces, ¿bajo qué régimen administrativo se encuentra el Museo Comunitario “División del Norte”? ¿De qué instancia depende para su supervivencia? ¿Cuál es el organismo que decide acerca de su conservación, difusión y exhibiciones? En la próxima entrada a este blog veremos que ninguna de estas preguntas va a tener una respuesta simple.

IMAGEN: Hacienda de La Loma. Fotografía de "El Siglo de Torreón", 16 de mayo del 2003

[1] Agradezco a la periodista Leonor Gómez Barreiro y al investigador Carlos Castañón Cuadros por los datos proporcionados para este blog, pero sobre todo por su combatividad incendiaria en cuanto a los temas políticos y culturales se refiere.
[2] PEDRO SALMERÓN. La División del Norte. Editorial Planeta. México: 2006, p. 347
[3] SERGIO CORONA. La comarca lagunera, constructo cultural. Economía y fe en la configuración de una mentalidad multicentenaria. México:2005, p. 12
[4] http://www.museoscomunitarios.org/comunidad.html
[5] Atlas de infraestructura cultural de México. CONACULTA. México: 2003, p.p.143-145

viernes, 8 de mayo de 2009

KIDS WITH CAMERAS

Slumdog millionaire o Quisiera ser millonario (Danny Boyle, 2008) –considerada la mejor producción del año en la última entrega de los premios Oscar©- cuenta la asombrosa fábula protagonizada por un trío de niños que viven en los barrios bajos de la ciudad india de Mumbai. Uno de ellos, ya adulto, asiste a un concurso de televisión basado en preguntas y respuestas donde gana el imposible premio millonario. Este es el hilo conductor a través del cual vemos los agridulces episodios de sus vidas en una rápida sucesión de flashbacks: un trepidante mix de televisión y miseria, miseria y televisión.
El director Danny Boyle contó con actores profesionales y no profesionales para su película, con el debido riesgo mediático que se deriva de colocar a gente “real” en un producto de “ficción”. Les pongo varios ejemplos. Supongo que la gran mayoría de los habitantes del planeta Tierra pudo ver al conjunto de niñitos entusiasmados por subir al escenario a recibir varios premios Oscar© que finalmente el productor de la película se llevaría a casa. O bien, en los noticiarios de la noche, los reportajes denunciando las condiciones insalubres en las que todavía tienen que vivir los infantes en cuestión. Vaya, que a los periódicos de México llegaron las historias que especulaban que una de las protagonistas infantiles podría haber sido vendida por su propio padre al mejor postor. También se cuestionó en los medios si el gobierno indio cumplía o no su promesa de proveer a todos de sus casitas estilo Infonavit, o si los productores del filme becaron a los niños para que siguieran sus estudios. Igualmente leímos en los diarios sobre la indignación de cierto sector en la India por cómo había sido representada la ciudad de Mumbai en esta película.
Este cuestionamiento me lleva a considerar la idea del observador externo, de la mirada del “otro” y de su intervención e influencia en las poblaciones del aún llamado tercer mundo. Es por esto que en contraste a la obra de Danny Boyle, quiero comentarles sobre la película Born into brothels o Nacidos en el burdel (Zana Briski y Ross Kaufman, 2004), la cual pude ver en DVD durante este largo y recluso fin de semana pasado.
La directora, Zana Briski, es una fotógrafa profesional que viajó en 1997 a la India para realizar su propio trabajo creativo en el barrio rojo de Sonagachi, en Calcuta. Ella misma comenta que al ser ésta un área de difícil acceso, para poder hacer su fotografía verdad le fue indispensable vivir ahí e involucrarse con los habitantes. Durante este trabajo intensivo de campo se relacionó directamente con su objeto de su estudio: las prostitutas, sus familias, y en particular con los hijos de éstas.
Es entonces que Briski decide complicarse (alegremente) la vida. Empieza a organizar pequeñas reuniones semanales con los niños, a manera de talleres creativos donde les enseñaba los principios básicos para apreciar y hacer fotografía. Como parte del proceso, entregaba a cada uno de ellos una sencilla cámara de bolsillo. Después de salir a campo a hacer fotografía, se reunían nuevamente y revisaban los contactos, para evaluar entre todos el trabajo del grupo y decidir cuáles eran las mejores fotos.
Debo enfatizar que la sucesión de imágenes obtenidas por estos niños es muy poderosa, las fotografías seleccionadas tienen una gran expresividad, además de un sentido del color y la luz muy refinado. Dudo mucho que estos resultados hayan sido producto de la mera casualidad o de un intervencionismo desmedido por parte de Briski. Al contrario, me parece que provienen de un trabajo de sensibilización muy bien llevado por parte de la fotógrafa, quien personalmente se encarga de orientar a los jóvenes. El ejercicio fotográfico se vuelve para ellos la mejor manera de articular sus sentimientos y pensamientos para poder opinar entonces acerca de este mundo de adultos en donde los niños no tienen otra presencia más que como un bien utilitario.
Paralelamente a esto, vemos en el documental que Zana Briski -aún sabiéndose que no es ninguna trabajadora social- expresa una muy válida preocupación por ofrecer a estos niños algo más. En el documental cuenta su inquietud por ubicarlos en un ambiente no marginal, fuera del burdel. Vemos sus esfuerzos por introducirlos a la educación formal y, por ende, poder formarlos en las herramientas necesarias para optar por un destino diferente al que su atávica situación económica y social los tenía destinados desde nacimiento. En este sentido, y a manera de colofón, Nacidos en el burdel nos cuenta las historias de mayor o menor éxito de cada uno de los ocho niños del grupo. Hoy en día podemos hacer el seguimiento actualizado de sus vidas y ver su trabajo fotográfico a través de la página web de la asociación Kids with cameras: http://www.kids-with-cameras.org/home/ Por favor, tómense el tiempo necesario para echarle un buen ojo.
Kids with cameras (Niños con cámaras) es una asociación no lucrativa fundada por Zana Braski en 2002 con motivo de su incursión en Calcuta. Como misión, el grupo sostiene que la fotografía es un instrumento efectivo en la estimulación de la imaginación infantil; que favorece el empoderamiento y alimenta la autoestima y el respeto por los demás. La asociación afirma (y con toda la razón) que el arte tiene el poder de transformar las vidas del artista y del espectador. Kids with cameras realiza una serie de acciones bien concretas como continuar entregando materiales y asesoría fotográfica a otros niños marginales, organizando exposiciones y publicaciones a través de sus programas que se llevan a cabo en Haití, Cairo, Calcuta y Jerusalén.
A manera de conclusión y a pesar de las aparentes coincidencias entre ambos filmes, creo que hay un claro contraste entre la intención de la fábula sobre el triunfo mágico frente a la adversidad que propone Quisiera ser millonario, y los contenidos del documental Nacidos en el burdel (que por cierto también ganara el Oscar© pero al mejor documental en su momento).
En cuanto a la fotógrafa Zana Braski, ¿no habría sido una excelente idea que también hubiera podido entregar cámaras fotográfica a los niños protagonistas de Quisiera ser millonario? Entonces serían kids with cameras and on camera

Aprovecho este espacio para agradecer al muy buen gusto cinematográfico de mi amigo Carlos Saénz, quien muy amablemente me facilitó el material fílmico al que hago referencia en esta entrada. Larga vida a Cuadro x Cuadro.

Imagen:
SUCHITRA (Fotógrafa, 14 años)
Girl on a roof, 2002

http://www.kids-with-cameras.org/aboutthekids/?project=calcutta&kid=suchitra